Claves para la prevención de accidentes laborales de tráfico con bicicletas y patinetes


En los últimos años, el uso de bicicletas y patinetes eléctricos ha experimentado un crecimiento exponencial como medio de transporte laboral, tanto para los desplazamientos in itinere (del domicilio al trabajo) como para la movilidad dentro de la jornada laboral, especialmente en sectores como la mensajería, la hostelería o la distribución de última milla. Esta tendencia, si bien aporta ventajas en cuanto a sostenibilidad, reducción de costes y agilidad en los desplazamientos, también ha introducido nuevos riesgos laborales que requieren de un abordaje integral desde la prevención de riesgos laborales.

La integración de este tipo de vehículos en la actividad profesional plantea la necesidad de diseñar un plan de prevención de riesgos laborales (plan de PRL) específico que contemple no solo los aspectos tradicionales de la seguridad vial laboral, sino también las particularidades de los vehículos de movilidad personal (VMP). A continuación, se analizan las claves fundamentales para reducir la siniestralidad y fomentar un entorno seguro en la utilización de bicicletas y patinetes en el ámbito laboral.

 

1. Identificación de los riesgos laborales asociados a bicicletas y patinetes


La primera etapa de cualquier plan de PRL consiste en identificar los peligros inherentes a la actividad. En el caso de las bicicletas y patinetes, algunos de los riesgos laborales más relevantes son:

  1. Caídas y colisiones: provocadas por la pérdida de control, la interacción con peatones, otros vehículos o mobiliario urbano.
  2. Factores meteorológicos: lluvia, viento o baja visibilidad que aumentan la probabilidad de accidente.
  3. Estado del vehículo: fallos en frenos, ruedas o batería (en el caso de patinetes eléctricos).
  4. Sobrecarga y transporte inadecuado de mercancías: muy común en el reparto a domicilio, que afecta a la estabilidad y la maniobrabilidad.
  5. Fatiga y estrés: la presión por cumplir tiempos de entrega o recorrer largas distancias puede reducir la capacidad de reacción.
  6. Falta de infraestructuras seguras: ausencia de carriles bici, señalización insuficiente o vías mal iluminadas.

Este análisis debe formar parte del diagnóstico inicial del plan de prevención de riesgos laborales, para que las medidas adoptadas respondan a las necesidades reales de la organización.


2. Integración en el plan de prevención de riesgos laborales


El uso de bicicletas y patinetes debe incluirse dentro del plan de PRL de la empresa. No se trata solo de cumplir con una obligación legal, sino de garantizar que los trabajadores disponen de un marco de seguridad que abarque formación, recursos y supervisión. Algunos puntos esenciales son:

  • Evaluación de riesgos específica: analizar de forma diferenciada las tareas que implican el uso de bicicletas o patinetes.
  • Planificación de medidas preventivas: diseñar protocolos claros de actuación en caso de accidente, criterios de mantenimiento de vehículos y uso obligatorio de equipamiento de protección.
  • Información y formación a los trabajadores: comunicar de forma clara los riesgos existentes y las medidas para minimizarlos.
  • Revisión periódica del plan de PRL: los cambios en la normativa, la introducción de nuevos modelos de vehículos o la ampliación de rutas laborales hacen necesaria una actualización constante.

 

3. Formación y concienciación del personal


Una de las herramientas más eficaces en la prevención de riesgos laborales es la formación continua. El trabajador debe adquirir no solo habilidades técnicas para el manejo seguro del vehículo, sino también actitudes responsables en la vía pública.

La formación debería incluir:

  • Normativa de tráfico y circulación aplicable a bicicletas y patinetes.
  • Prácticas de conducción segura: anticipación a riesgos, frenado controlado, señalización manual de maniobras.
  • Uso correcto del equipo de protección individual (EPI): casco, chaleco reflectante, guantes, luces y timbre.
  • Protocolos de actuación en caso de accidente: cómo proteger la zona, avisar a los servicios de emergencia y comunicar al responsable de prevención.
  • Concienciación sobre el autocuidado: importancia de descansar, hidratarse y evitar el uso del vehículo en condiciones de fatiga o bajo efectos de alcohol y medicamentos.

Un plan de PRL que integre programas formativos periódicos contribuirá a reducir de forma significativa la siniestralidad.


4. Mantenimiento preventivo de bicicletas y patinetes


El estado del vehículo es un factor crítico para la seguridad. El plan de prevención de riesgos laborales debe contemplar un protocolo de mantenimiento preventivo que garantice la fiabilidad de bicicletas y patinetes.

Las medidas básicas incluyen:

  • Revisión diaria por parte del usuario: comprobar frenos, presión de neumáticos, luces y timbre antes de iniciar la jornada.
  • Inspecciones periódicas por personal especializado: al menos una vez al mes, según la intensidad de uso.
  • Registro de mantenimiento: disponer de un historial de reparaciones y revisiones para cada vehículo.
  • Sustitución inmediata de piezas defectuosas: no prolongar el uso de un vehículo que presente fallos de seguridad.

Un plan de mantenimiento documentado dentro del plan de PRL asegura que la flota de vehículos cumple los estándares mínimos de seguridad.

 

5. Diseño de rutas y organización del trabajo


La planificación del trabajo es un aspecto esencial de la prevención de riesgos laborales cuando se trata de movilidad. No basta con disponer de vehículos y trabajadores formados; es necesario diseñar rutas y condiciones que minimicen la exposición al riesgo.

Algunas recomendaciones son:

  • Elegir recorridos más seguros aunque sean más largos, priorizando calles con carriles bici o menor densidad de tráfico.
  • Limitar la velocidad de los patinetes eléctricos según normativa local y las condiciones del entorno.
  • Establecer tiempos de descanso para evitar la fatiga y el estrés.
  • Coordinar horarios de reparto evitando las franjas de mayor congestión de tráfico.
  • Evaluar la idoneidad de la carga que se transporta, evitando pesos que superen la capacidad de estabilidad del vehículo.

Un plan de prevención de riesgos laborales bien estructurado debe integrar la organización del trabajo con la seguridad en la movilidad.

 

6. Cultura preventiva y compromiso empresarial


La prevención de riesgos laborales no se limita a cumplir con una normativa, sino que requiere fomentar una cultura preventiva dentro de la empresa. El compromiso de la dirección es clave para que las medidas se apliquen de forma efectiva.

El plan debe contemplar:

  • Campañas de sensibilización internas sobre seguridad vial laboral.
  • Reconocimiento a las buenas prácticas de los trabajadores.
  • Canales de comunicación abiertos para que los empleados informen de riesgos detectados en rutas o vehículos.
  • Participación activa de los trabajadores en la mejora continua del plan de PRL.

La cultura preventiva es la que convierte las normas en hábitos, asegurando que la seguridad se mantenga en el día a día.

 

7. Marco legal y normativo


En España, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales establece la obligación de garantizar la seguridad de los trabajadores en todas las actividades desarrolladas durante su jornada laboral. Esto incluye de manera explícita la movilidad vinculada al trabajo.

Asimismo, el uso de bicicletas y patinetes está regulado por la normativa de tráfico vigente, que impone limitaciones de velocidad, condiciones de circulación y obligatoriedad de determinados elementos de seguridad. El plan de PRL debe integrar ambas normativas, garantizando la coherencia entre la legislación laboral y la de tráfico.

 

 

La irrupción de bicicletas y patinetes en el ámbito laboral ha abierto una nueva dimensión en la prevención de riesgos laborales. Estos vehículos, aunque sostenibles y eficientes, también introducen riesgos específicos que no deben subestimarse. La clave para reducir la siniestralidad radica en la integración de medidas dentro de un plan de prevención de riesgos laborales bien diseñado, que contemple la identificación de riesgos, la formación, el mantenimiento, la organización del trabajo y el fomento de una auténtica cultura preventiva.

Un plan de PRL adaptado a la movilidad laboral no solo protege la salud y la seguridad de los trabajadores, sino que también mejora la productividad, la imagen corporativa y la sostenibilidad de la empresa. En un contexto donde la movilidad personal es cada vez más protagonista, la prevención se convierte en el verdadero motor de un futuro laboral más seguro.


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